¿No es un poco exponerse lo que hacemos cada día? No es fácil vivir el mundo. Se es lo que se aprende, lo que se vive, lo que se herencia. En cada actitud, gesto o palabra exponemos nuestra frágil humanidad y aunque parece que las cosas no cambiaran lo suficiente, todo está moviéndose. El terror crece. Mi terror. Crueldad en el aire. Todo despojos. Abandonados a las palabras, a los gestos, son comparaciones imperceptibles las que nos separan, y es desde esa extrañeza y un sentimiento de distancia enorme con el mundo, el lugar al cual apuntan mis escrituras, son relatos en que para algunos la historia parece detenida, nada pasa cuando han pasado más de veinte años, justo entre la vida y la muerte, apenas todo, por un instante de sentido, aquello en lo que se forma y fortalece la propia humanidad, el lugar donde arriesgas todo. Por qué no pensar entonces, que siendo como se es, tan al límite de la sospecha de lo que otros han creado para ti, nos sucumba la imperfección. Sutiles son las ocasiones en que nos acompañamos de quietud. Alborotados entre los desplazamientos son otros quienes nos iluminan, transformando cada instante. Otros quienes rozarían nuestras débiles aristas sofocando los destellos de nuestra intimidad. Voy y vengo. Me desplazo por el mundo. Viajo. Veinte, treinta, muchos años. Otros quienes me palpitan y me duermen. Pero es justo allí, en la obra, la de todos, que los sueños son posibles. Entonces, una respuesta a Inti más personal sería decir que ha sido una verdadera suerte conocerlo, pero sobre todo y desde antes mi cercanía con Chamila, me hace feliz pensar que nos acercamos a algo enorme y de grandes fuerzas, lo presiento y mi fe crece. Luego los demás. Moviéndonos entre los sutiles hilos del tiempo, uno es apenas nada, cuando todo se parece tanto. Nada la vida más que el tránsito entre un punto y otro. Hacemos lo que somos, y lo hacemos de a muchos.
Eugenia Prado